¿Qué es la escoliosis?
La escoliosis es una deformidad de la columna vertebral en la que, si miramos al niño/a de frente o de espaldas, se aprecia cómo las vértebras se alinean en forma de “S” o “C” en vez de una «I» recta.
La escoliosis puede provocar que los huesos de la columna giren (roten), y así un hombro, omóplato (escápula) o cadera queden más arriba de un lado que del otro dando lugar a la aparición de una prominencia o giba que se nota más cuando el niño/a se inclina hacia delante.
Este problema puede localizarse en el tórax, en la zona lumbar o presentarse en los dos sitios a la vez. La presentación más habitual es la localización torácica con la giba localizada en el lado derecho.
¿A qué se debe?
La mayoría de las veces no se sabe la causa (llamada escoliosis idiopática).
También puede ser secundaria a problemas congénitos (defecto del desarrollo de una o más vértebras) o neurológicos (parálisis cerebral infantil, mielomeningocele).
En ocasiones, puede ocurrir escoliosis en varias personas de una misma familia. Cuando ello ocurre, hay probablemente un componente genético para la causa.
¿Cómo podemos clasificarla?
En función de la edad podemos encontrar:
- La escoliosis idiopática adolescente ocurre después de los 10 años. Es el tipo más común.
- La escoliosis infantil ocurre en niños menores de 3 años. Puede ser resultado de vértebras con forma anormal de nacimiento (congénita), diversos síndromes, trastornos neurológicos, o causas desconocidas (idiopática).
- La escoliosis juvenil ocurre en niños que tienen entre 3 y 10 años de edad. No es común.
¿Cuál es la frecuencia de la escoliosis idiopática?
La escoliosis es relativamente frecuente, sobre todo aquellas que son leves, y ocurre entre el 2 y el 4% de los niños de edades comprendidas entre los 10 y los 16 años. Aunque la incidencia es similar en ambos sexos, en las niñas, la probabilidad de que la escoliosis avance y se requiera el uso de un corsé o una intervención quirúrgica es más alta que en los niños.
¿Cómo se manifiesta? ¿Qué síntomas produce?
La escoliosis por lo general no causa dolor, disfunción neurológica ni problemas respiratorios. Solo las deformidades muy graves, poco frecuentes, pueden limitar la capacidad física del paciente y producir problemas cardiopulmonares o digestivos.
La preocupación inicial del paciente y de los padres suele ser el aspecto cosmético de la espalda. Habitualmente, los padres suelen consultar por altura desigual de hombros, asimetría de escápulas o de la cintura, prominencia de las costillas de un lado, etc.
Si hubiera dolor, sobre todo si es nocturno o se acompaña de fiebre, es considerado un signo de alarma que obliga a descartar alguna otra causa subyacente (infecciosa, neurológica, tumoral).
Además, en los casos de escoliosis congénita (hemivértebras, barras, bloques…) es conveniente descartar lesiones de corazón, renales o neurológicas asociadas.
¿Cómo se diagnostica?
En la exploración, el médico buscará asimetrías entre ambos lados de la columna: prominencias, diferencia en la altura de los hombros, desequilibrio del tronco hacia un lado. También valorará si existe diferencia en la longitud de las piernas, palpando las dos crestas iliacas, ya que el niño puede torcerse porque una pierna sea más larga que otra.
La prueba clínica que más información proporciona es el test de Adams, en el que viendo al niño/a desde detrás mientras se inclina hacia adelante flexionando el tronco, con los pies juntos, las rodillas estiradas y los brazos colgando libres, se observará una giba en uno de los lados a nivel costal o lumbar.
Por otro lado, la radiografía confirmará que existe una curva, la magnitud y la región donde se localiza.
¿Cuál es su pronóstico? ¿Qué factores influyen?
Si no se tratan, las curvas de escoliosis que superan los 50º pueden llevar a problemas a largo plazo. Puede ocurrir un deterioro progresivo de la curva escoliótica, que en algunos pacientes puede llevar a reducción de la capacidad pulmonar y desarrollo de enfermedad pulmonar restrictiva.
Respecto a los factores que influyen, uno de ellos es el tiempo de crecimiento que le quede al niño/a. Cuanto mayor crecimiento le quede y mayor sea el tamaño de la curva en el momento del diagnóstico, peor será el pronóstico. Otros factores a tener en cuenta son los antecedentes familiares, el tipo de curva y si se trata de una niña. Después del primer periodo menstrual, el riesgo de progresión disminuye.
¿Cómo se trata?
El tipo y grado de la curva, la localización y el grado de madurez esquelética determinan el tratamiento. El objetivo es evitar grandes deformidades progresivas en la edad adulta. Por tanto, tendremos 3 escalones de tratamiento:
- Observación clínica: indicada en curvas pequeñas o en pacientes esqueléticamente maduros. Tu pediatra controlará la curva regularmente para ver que no empeora progresivamente. En este escalón de tratamiento se encuentran la mayoría de las escoliosis detectadas.
- Tratamiento ortopédico mediante corsé: su objetivo es frenar o enlentecer la progresión de la deformidad, pero no la corrige. Está indicado en curvas progresivas en pacientes que todavía están en fase de crecimiento. La evidencia científica recomienda usarlo un mínimo de 18 horas al día bien ajustado, a valorar siempre individualmente por su médico. El uso de un corsé no afecta la participación en actividades deportivas. Está permitido quitarse el corsé durante el tiempo de estas actividades.
- Cirugía: reservada para curvas de gran magnitud (mayores a 45-50 grados), siendo poco frecuente. En general, se realiza en pacientes que se encuentran cerca de la madurez esquelética (ya no van a crecer más).
En la mayoría de los niños que tienen escoliosis, la curvatura no continúa progresando, sino que continúa siendo leve. Sin embargo, es necesario el seguimiento médico regular. Por tanto, no olvides seguir regularmente las visitas con tu pediatra para poder detectar pronto cualquier alteración.
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