La tos ferina es una enfermedad respiratoria infecciosa de las vías aéreas, de alta contagiosidad, que tiene mayor incidencia en los meses invernales. Es la consecuencia de una infección causada por la bacteria Bordetella pertussis, que afecta, como hemos dicho, al aparato respiratorio (pulmones y vías respiratorias). El período de incubación es de 8 a 14 días y puede atacar al niño desde las primeras semanas de vida. El contagio es por contacto directo, a través de la saliva, la tos o estornudo, y tiene una duración de 6 a 8 semanas aproximadamente.
Se ha considerado siempre una enfermedad infantil, aunque en las últimas décadas se detecta con frecuencia creciente en personas de mayor edad. Actualmente, en los países occidentales, hay dos picos de incidencia, los lactantes menores de 3-4 meses, en los que presenta una importante morbimortalidad y los adolescentes y adultos jóvenes, en los que se presenta como un cuadro de tos prolongada y que actúan como transmisores de la infección.
Recientemente se ha observado un aumento de la enfermedad, por lo que os traemos este tema para que estéis informados y sepáis cómo actuar.
Incidencia de la enfermedad
La tos ferina es endémica a nivel mundial, y se presenta, clásicamente, con brotes epidémicos cada 3-5 años. Tras el parón impuesto por la pandemia, desde la segunda mitad de 2023 se está observando un incremento extraordinario de la incidencia de la enfermedad.
En el conjunto de España, hasta la semana 7/2024, se han notificado 4097 casos, mientras que en el mismo periodo de 2023 habían sido solo 54 casos (incremento de un 7500%).
Características y Síntomas de la tos ferina
Los síntomas de la tos ferina aparecen, por lo general, de 7 a 10 días después de que la persona haya estado expuesta al contagio, pero algunas veces pueden pasar hasta 6 semanas antes de que aparezcan.
Al principio, la enfermedad se manifiesta como un resfriado común, durante 1-2 semanas, con congestión nasal, moqueo, estornudos y, tal vez, tos o fiebre, por lo que en un primer momento puede pasar desapercibida. A medida que progresa la enfermedad aparecen los síntomas tradicionales de la tos ferina, que son:
- Ataques de tos repetidos, seguidos de un fuerte silbido (“gallo”) al coger aire.
- Vómitos con la tos.
- Agotamiento (mucho cansancio) después de los accesos de tos.
- En los lactantes más pequeños, se pueden llegar a producir pausas de apnea (los niños dejan de respirar), y se ponen de color azulado, sobre todo alrededor de la boca.
La tos intensa suele durar unas 2-4 semanas (a veces incluso más) y, a partir de entonces, va disminuyendo en frecuencia y gravedad. Esta fase final puede durar de 2-3 semanas y se caracteriza por tos persistente, pero sin accesos. El enfermo puede tardar meses hasta la recuperación completa.
¿Qué complicaciones se pueden dar?
Entre las complicaciones que pueden presentarse destacan la neumonía, la otitis media, la insuficiencia respiratoria, la encefalopatía y las convulsiones. La complicación más grave, que puede causar incluso la muerte, es la apnea (detención en la respiración) y el fallo respiratorio progresivo. Estas complicaciones, como hemos comentado, suelen observarse más en menores de 3-4 meses.
La enfermedad puede ser grave en niños que no han sido vacunados o que no han completado la pauta de vacunación, por lo que es importante siempre seguir las recomendaciones de vuestro pediatra o enfermero, y administrar las vacunas según el calendario.
¿Cómo se contagia?
La tos ferina se transmite a través de gotitas respiratorias cuando una persona infectada tose o estornuda. Por su alta contagiosidad, puede propagarse rápidamente dentro de los hogares y entre contactos cercanos.
Muchos bebés contraen la enfermedad de sus propios padres, hermanos mayores u otras personas que los cuidan, quienes a veces ni siquiera saben que tienen la enfermedad. De hecho, más del 80 % de los casos de contagio provienen de un adulto que convive con el bebé.
La gran mayoría de las personas no vacunadas que están en contacto con un enfermo con tos ferina desarrollan la enfermedad. La vacunación es la medida preventiva más eficaz para el control de la transmisión de la tos ferina.
¿Cómo la podemos prevenir?
Como hemos comentado, la vacunación es la herramienta más efectiva para prevenir la tos ferina, aunque su efecto no es tan duradero como el de otras inmunizaciones. El esquema de vacunación incluye varias dosis en la infancia como parte de la vacuna DTaP (difteria, tétanos y pertussis acelular), y una dosis a las mujeres embarazadas.
Pasar la tos ferina no garantiza la inmunidad permanente, por lo que incluso las personas que la hayan padecido deben vacunarse.
¿Cuál es el tratamiento?
El tratamiento se realiza generalmente en el domicilio, sobre todo en el caso de niños mayores. En los niños pequeños, en los que la enfermedad puede llegar a ser mucho más grave, puede ser que puedan requerir hospitalización para monitorizar, administrar oxígeno y alimentación por sonda o con suero endovenoso. Los antibióticos son muy efectivos para eliminar la bacteria causante de la infección y se recomiendan tanto para los pacientes infectados como para los contactos cercanos.
Además del tratamiento antibiótico, se tomarán medidas similares a las que se pueden aplicar en otros procesos respiratorios, como hidratación, antitérmicos…
El tratamiento temprano reduce la severidad de los síntomas y ayuda a prevenir su transmisión a otras personas.
Por tanto, ya sabéis, si notáis cualquier síntoma descrito anteriormente no dudes en contactar con tu pediatra.
Comentarios recientes